domingo, 26 de octubre de 2008

Dios salve a HBO



En anteriores post hemos comentado el éxodo temporal de los grandes actores a la TV. Y quien me diga que Paul Giamatti no es un intérprete fabuloso lo ensarto con mi espada!!! Estoy casi terminando de ver la miniserie John Adams, un retrato de uno de los padres fundadores de EEUU y su segundo presidente, una de esas pequeñas joyas con las que nos maleduca la HBO. Cuando acaba uno de sus siete capítulos y paso a la televisión española, con sus Mira quién baila y chorradas varias, dan ganas de tirarse por la terraza para acabar con el sufrimiento.


John Adams es genial desde los vestuarios hasta la emocionante música de sus créditos, es una novela televisiva sobre el nacimiento de un país, de un sueño y sobre la lucha pacífica de un ciudadano comprometido con la libertad, pero víctima de sus contradicciones, de su ambición, de su enorme vanidad y su moderado puritanismo. Y al lado de John Adams siempre está su mujer, Abigail. Laura Linney hace un papel magistral, es el pilar del protagonista, su faro, su protectora y quien lo pone en su sitio. Le hace una fiel competencia a Giamatti como protagonista.Vemos a Washington con un David Morse muy bien caracterizado, los sueños revolucionarios y románticos de Thomas Jefferson, un genial Stephen Dillane; el bon vivant de Benjamin Franklin que interpreta Tom Wilkinson.


Que nadie espere grandes batallas por la independencia porque no las hay. Ni violencia ni un relato lineal y cronológico hiperdetellado de la creación de EEUU. Pero hay secuencias sublimes, como la discusión entre Adams, Franklin y Jefferson sobre la Declaración de Independencia, que este último escribió. No recuerdo una escena tan realista ni concreta sobre ese momento estelar de la Humanidad, que diría Zweig.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Sangre de verdad



Dentro del fascinante mundo de los monstruos, los vampiros siempre han sido mis favoritos. La verdad, no creo ser muy original en esto, porque no conozco a nadie seducido por el cortito Frankenstein (sí por la obra de Sheilly), por las vendas putrefactas de la momia o por el hombre-lobo necesitado de depilación. Pero en cambio con Drácula y sus herederos el atractivo es innegable. Puestos a ser un monstruo, mejor dedicarte a morder lindos cuellos e ir pululando de farra por la noche.


Así que no es de extrañar que tengamos mil y una versiones, adaptaciones e interpretaciones modernas del clásico de Stoker, una novela que no está nada mal, por cierto. Desde los 'jóvenes ocultos', aquellos chupasangres adolescentes californianos con Kiefer Sutherland y Jason Patric enfrentándose (y no por Julia Roberts, aún), hasta las locuras tejano-mejicanas de John Carpenter.

De un tiempo a esta parte, también la televisión ha acogido a los hijos de Transilvania. De Buffy cazavampiros pasamos a su spin-off, Angel, aunque ambas eran un poco chorras e infantiloides, la verdad. Después surgieron otros subproductos, hasta que el maestro de los guionistas televisivos (y cinematográficos), el gran Alan Ball, se ha decidido a meterles mano. En 'True Blood', los vampiros salen del armario. Los japoneses, quién si no, inventan una sangre artificial que les permite sobrevivir sin pegar bocados a todo quisqui, y aunque algunos mantienen su agresividad y sympathy for the devil, otros intentan relacionarse con relativa normalidad con los seres humanos.


Y ahí entran nuestros protagonistas. La joven y ya crecidita Anna Paquin que ganó un oscar por 'El piano' siendo una niña (hay que ver cómo pasa el tiempo) es la protagonista de esta historia ambientada en el profundo sur americano. Los acentos son espectaculares y la historia, que al principio no acaba de entrar, empieza a engancharnos. Se esperaba mucho, mucho, de Alan Ball tras 'A dos metros bajo tierra'. No sería justo esperar algo similar de 'True Blood'. Pero vistos ya seis capítulos, empieza a ser un buen bocado para pasar las oscuras noches.




domingo, 5 de octubre de 2008

La caja tonta es más lista


No está mal, pero esperábamos más de El País, especialmente si era su historia de portada. El reportaje dedicado a cómo las series de TV han sobrepasado en creatividad, talento y atractivo al cine, tesis que mantenemos desde este blog, se queda corto y tiene olvidos imperdonables. No profundiza en el fenómeno de Los Soprano como origen de todo el fenómeno. No distingue entre miniseries y series. Se deja en el tintero la excelente 'Hermanos de Sangre', apenas cita a series rompedoras por estilo, brutalidad o guión como 'Prison Break' (sólo la primera temporada) 'The Shield' o 'Damages', no menciona 'Breaking Bad', la sensación de esta temporada, no toca a los actores (no sólo los guionistas, también los mejores interprétes se están pasando a este formato), no habla de sueldos... Ominoso silencio sobre la colaboración entre televisiones de distintos continentes para crear joyas como 'Roma'...

Nada de 'Alias', ni de la nueva 'Galáctica', ni de la excitante y barata 'Supernatural', de la refrescante y diferente 'Entourage'...

Los chicos de Prisa están obsesionados con 'Mad men', una buena serie pero no una maravilla como muchas de las anteriores, y cometen el sacrilegio de situarla en el trono de 'Los Soprano'. Eso es imposible y una tomadura de pelo, un atrevimiento impulsado sin duda por su necesidad de captar audiencia para ese Digital Plus que intentan vender como sea.

Me quedo con el artículo de Millás sobre 'Perdidos' y su reflexión sobre la literatura y la televisión hoy día (cuando el maestro no se mete en el fango político demuestra que es un escritor genial, con una imaginación desbordante). De Marías esperábamos más, especialmente cuando escribió un gran artículo hace años sobre aquel capítulo en el que Tony se empeñaba en que un tío se quitara la gorra en el restaurante. Se lo tenían que haber pedido a Muñoz Molina.